Deja que te cuente una pequeña historia, una historia real, y muy personal ya que trae a mi memoria el recuerdo de un familiar muy querido y fallecido a causa de esta mierda de enfermedad llamada cáncer. Una historia que creo que podría llegar a ser de bastante utilidad en el entrenamiento con pacientes de oncología.
Hace 5 años me surgió una oportunidad, un reto, algo que para mi fue difícil y me supuso bastante stress emocional. Esta oportunidad fue la de empezar a trabajar/entrenar con un paciente de oncología, un paciente con leucemia al que iban a ingresar en el hospital universitario de La Paz para su tratamiento, un trasplante de médula.
Cierto día una de mis clientas habituales de entrenamiento personal, justo antes de su sesión de entrenamiento, me dijo con lágrimas en los ojos que habían detectado un cáncer a su marido, un trago amargo para toda la familia que se tradujo en llanto y desolación.
Poco a poco, a medida que fuimos entrenando en sucesivas sesiones, llegamos a la conclusión que hacer algo de deporte le podría ser de ayuda, a fin de cuentas el deporte guiado y controlado es muy raro que le haga daño a alguien (bien guiado y bien controlado claro está).
Mi clienta me comentó que antes de ser ingresado, le habían mandado unos suplementos de proteína, que no le gustaban nada, y me asaltó una duda. ¿Suplementos de proteína y no hace deporte? Quizá sería conveniente empezar a trabajar un poco la fuerza, el entrenamiento muscular para "forzar" a su organismo a utilizar más cantidad de esas dosis de proteína que le estaban suministrando. Y así lo hicimos, empezamos a entrenar a dos meses vista de la fecha de ingreso en el hospital.
Es evidente que el entrenamiento no fue la piedra angular de su tratamiento, ni la llave de su salvación, pero me gusta pensar que algo hizo, aunque fuese una mínima parte.
Pasaban los días, las semanas, y los ciclos de quimioterapia, su estado era muy poco esperanzador, al borde de la muerte según me iban contando. Pero como se suele decir mientras hay vida hay esperanza, y esa esperanza se tornó en superación, en ambición, en ganas de vivir.
La alegría se dejó ver de nuevo en este caso en particular cuando me confirmaron que en breve le darían el alta, y que aunque con gran cantidad de controles médicos y precauciones, podría volver a su casa.
No pasó demasiado tiempo cuando recibí la llamada de mi clienta para hacerme una consulta: "Alberto, ¿crees que hacer algo de ejercicio le podría venir bien?" mi respuesta no se hizo esperar, fue un sí, un sí condicionado al tipo de ejercicio, a la duración de las sesiones y al número de sesiones semanales, pero en definitiva un sí.
Así que empezamos a entrenar, con un único objetivo, solo uno, la mejora de la calidad de vida de mi cliente por medio del deporte. ¿Cómo lo hice? Pues bien, lo primero fue pensar qué era lo que necesitaba mi cliente, y cómo podía hacer para mejorar sus capacidades físicas, resistencia y fuerza para empezar. Un trabajo muy ligero en cuanto a cargas, con largas recuperaciones, a fin de cuentas su cuerpo no le permitía avanzar más rápido, pero con un nivel de mejora que incluso a mi me sorprendía. Con ejercicios básicos en los que poco a poco pudiera ir integrando nuevos patrones de movimiento, coordinación, equilibrio,...
Ahora sí, en esta fase de su tratamiento, en este momento preciso tras su paso por el hospital, sé que el ejercicio físico fue uno de sus grandes aliados. Aumentó de fuerza por medio del trabajo muscular y consiguiente aumento de masa muscular (que se tradujo en un ligero aumento de peso). Mejoró su su resistencia, haciendo que mi cliente se sintiese mejor y más independiente. Mejoró su flexibilidad, coordinación y equilibrio dando mayor autonomía en su día a día. Puedo decir orgulloso que cumplimos el objetivo, conseguimos una significativa mejora de su calidad de vida.
Desde esta y otras experiencias entrenando con este tipo de pacientes, a lo largo de los años, he creado mi propio protocolo de entrenamiento con pacientes de oncología, ya sea antes o después de su paso por el hospital. Es evidente que cada uno de los pacientes con los que he trabajado mejoran a un ritmo diferente, la edad, el tipo de cáncer, la experiencia deportiva previa, la agresividad y duración del tratamiento,... todo influye, pero si hay algo común en todos ellos, es la mejora, en mayor o menor medida la actividad física guiada, los entrenamientos controlados y adaptados a cada individuo ayudan a sentirse mejor, física y emocionalmente.
Lo único que me queda por añadir, es que si has leído este post por encontrarte en la situación del enfermo de cáncer, no dudes en ponerte en contacto conmigo si tienes cualquier tipo de consulta en la que creas que te puedo ayudar.
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photo credit: bellmon1 Helping Hands via photopin (license)