Tenemos claro que, para mejorar
nuestro rendimiento, hay que entrenar previamente. No practicar la actividad
antes de que llegue el día D (en este caso, nuestro día D es el 6 de mayo) es
como presentarte a un examen sin haber estudiado.
Por tanto, ya habréis comenzado a
trotar, correr o, incluso, a mejorar vuestros tiempos las más avanzadas. Esto
es totalmente necesario, pero… ¿habéis tenido en cuenta la alimentación?
Vuestro rendimiento puede verse
mermado si el fin de semana de la carrera no ingerís alimentos saludables. O lo
que es peor, si introducís alimentos insanos, os puede costar la superación de
la prueba. Además, ese día no debéis introducir alimentos que no hayáis tomado
con anterioridad. Tampoco debéis realizar cambios en las cantidades o en el
tiempo transcurrido entre la ingesta y la carrera.
Todo lo que queráis probar, tanto
para esta carrera como para cualquier evento que preparéis, debe ser
“practicado”, igual que los entrenamientos previos. Comprobar las sensaciones,
escuchar las necesidades del organismo o atender a las respuestas que emita
este tras tomar unos alimentos u otros, puede llevaros al éxito. Por el
contrario, no hacer estas acciones puede suponer un fracaso absoluto.
Os lo explico mediante un
ejemplo:
Almudena desayuna habitualmente 3 puñados de copos de avena con leche
sin lactosa. A la media hora sale a correr 20 minutos para comenzar el día a
tope. Unos 50 minutos después, cuando llega al trabajo, se toma un café solo
(porque allí no encuentra leche adecuada para su intolerancia a la lactosa) y
un plátano, “por aquello del potasio”.
El día de la carrera desayuna mucho antes, porque tiene que desplazarse
hasta el centro y cree que los 3 puñados de copos de avena no son suficientes,
asique innova. Decide tomarse el plátano que llevaba para después y, para
mejorar su rendimiento, añade una barrita energética y una bebida isotónica que
le ha recomendado un amigo, quien “afirma saber mucho sobre el tema”. Esto lo
realiza apenas 15 minutos antes de comenzar la carrera.
¿Qué creéis que le pasará a
Almudena?
A priori, tendrá una bajada del
rendimiento bastante acusada. En primer lugar, porque no está acostumbrada a
comer y correr inmediatamente después, y puede sentir pesadez abdominal.
Debéis saber que, durante la
digestión, la sangre se concentra en el tubo digestivo para desempeñar las
funciones que realiza en el proceso relativas al transporte de nutrientes. Si
aumentamos la demanda de oxígeno con la realización de ejercicio, la sangre
también verá aumentada su demanda, por lo que puede llegar a ocurrir un corte
en la digestión (dolor abdominal, náuseas, vómitos, bajada de la temperatura
corporal y de la tensión, pitidos en los oídos y pérdida de visibilidad, mareo
o incluso pérdida del conocimiento).
No hace falta llegar a este
extremo. Una ingesta reciente puede provocar reflujo gastroesofágico (notar la
“comida en la boca”, es decir, cuando un alimento da la sensación de “repetir”)
y esta dolencia ocasionará una disminución del rendimiento. Además, al
encontrarte molesto durante la prueba, tu estado de ánimo se verá negativamente
afectado, pudiendo llevarte al abandono de la misma. Nuestro cerebro está
preparado para protegernos, no quiere “vernos sufrir” y ante la mínima señal de
alarma nos “propondrá parar”.
Por todas estas razones, os animo
a que entrenéis ahora vuestros hábitos alimentarios previos a la carrera.
¿Cómo? Siempre con alimentos de verdad. ¡Ánimo chicas!